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Bien Común [Micro III]

7º Salón de Arte Cubano Contemporáneo, CDAV, La Habana, Cuba [2017]

– En colaboración con Antonio Ramos Hernández [Sociólogo] –

RESUMEN

Bien común es un proyecto en desarrollo que apunta hacia fenómenos que surgen espontáneamente en Cuba a partir de prácticas sociales cotidianas. Estos fenómenos son consecuencia de la precariedad económica y de deficiencias específicas del sector público. Cuando hay una necesidad, las personas suelen construir sus propias redes informales independientes a las instituciones oficiales mediante la colaboración. Estas personas encuentran fortaleza en las organizaciones espontáneas que crean, a través de las cuales alcanzan objetivos comunes. 

Para el desarrollo del proyecto, el artista estableció un trabajo multidisciplinario que vinculó las artes visuales, el diseño, el cine y las ciencias sociales. Bajo esta premisa se estableció una colaboración horizontal en pos de obtener resultados que se extiendan más allá del contexto artístico.

Las prácticas que forman parte de Bien común poseen dos características. Se tratan de asociaciones informales desarrolladas en Cuba que dentro de su ADN fundacional priorizan lo colectivo sobre lo individual. Su segunda cualidad es su orientación a la solución de problemas, no exclusivamente de carácter económico.

La crisis de la década de los 90′ del pasado siglo fracturó los universos sociales para los cubanos. La incapacidad del Estado de satisfacer las demandas básicas de sus ciudadanos tuvo un impacto simbólico en la experiencia del hombre en tanto ser social. Los lazos comunitarios y la capacidad de asociación en los planos no institucionales se hicieron más sólidos. Las identidades locales se fortalecieron mientras crecían las distancias sociales creadas por los nuevos actores económicos. Ante la falta de soluciones convencionales a problemas acuciantes, se generaron estrategias de subsistencia y nuevos espacios de interacción social.

En ese contexto surge la cochiquera Micro III, que dio respuesta a una necesidad económica local: la crianza de cerdos con fines comerciales a manos de particulares. Esta se emplaza en las afueras de Nuevitas, Camagüey, que fue una próspera ciudad industrial antes de la depresión económica nacional. A partir de la conjunción de intereses y de la implementación de una organización interna que regula el orden y la disciplina de sus actores, Micro III es un proyecto colectivo que ha asegurado su sostenibilidad debido a su impacto positivo en la economía local.

STATEMENT

En los años 90′ del siglo pasado Cuba sufrió una transformación singular. Durante 30 años una revolución social transformó continuamente los paisajes de la nación, pero a partir de 1989 sobrevino una profunda crisis económica y estructural que se conoce como Período especial. El Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) concentró el 79% del intercambio comercial total y, al dejar de existir, dejó la economía cubana en recesión. Muchos planes y políticas públicas fueron abortados. El gobierno, obligado a buscar nuevas direcciones, liberó la inversión extranjera directa, reestructuró el comercio exterior y desarrolló de forma intensiva el turismo internacional, así surgieron nuevos actores económicos y con ellos un cambio radical de las estructuras sociales en Cuba. Esta situación, si bien implicó una dramática regresión en los estándares de vida, abrieron nuevos espacios para la participación y la recreación de nuevas prácticas. La llamada «escoria del exilio» se convirtió suavemente en la «diáspora»; se empezó a hablar de géneros, feminismo y afrodescendientes y se evidenció como nunca antes las brechas sociales y las presencias silenciadas. Asimismo, el descenso continuo del salario real, producido por la recesión económica, impulsó a las personas a generar estrategias de subsistencia, la mayoría ilegales, pero legítimas ante la opinión pública. 

En las comunidades rurales es una costumbre arraigada la cría de cerdos, ya sea para el autoconsumo o para su venta a instituciones estatales y privadas. A causa de la enorme escasez que marcó el Período especial, esta práctica llegó al espacio urbano. Dormitorios, baños, balcones, terrazas y jardines se transformaron abrupta y radicalmente en improvisados corrales, lo que tuvo un impacto negativo para la sanidad. En estas fechas, en la periferia de la ciudad de Nuevitas, Camagüey, comenzó a gestarse el más grande espacio para la cría de cerdos en manos de privados.

Situada en la península de Guincho, en la costa norte del país, se encuentra Nuevitas que, a pesar de ser el menor de los municipios de la provincia de Camagüey en extensión territorial, ha jugado un rol importante en la economía regional. Desde el siglo XIX fue un centro agroindustrial destacado. Hacia 1990 aún conservaba parte de dichas actividades y era un nodo fundamental dentro de las vías de comunicación y transporte del país. 

En esta ciudad existen dos barrios obreros conocidos como Micro I y Micro II. Ambos surgieron en la época de la eclosión industrial de la localidad, cuando el Estado cubano construyó las grandes áreas de edificios que los conforman para acoger a los obreros que laboraban en la creciente industria. Con el Período especial la mayoría de las industrias, que eran la fuente de trabajo de sus habitantes, cerraron. La reducción creciente del salario real y el aumento del costo de vida llevó a los nueviteros a enfrentar la realidad con nuevas soluciones. Muchos de ellos recurrieron a la cría de animales, especialmente de cerdos. En un contrapunteo constante con las autoridades locales y de forma espontánea, sacaron las crías de sus casas y las trasladaron a un espacio baldío en el límite de la ciudad. La vertiginosidad con que creció dicho espacio y su impacto en la vida local hizo que se le reconociera popularmente como Micro III, un barrio más dentro de la trama urbanística de la ciudad.

Los obreros que vivían en los micros estaban allí por una razón. Como parte del proceso revolucionario se generó un éxodo del campo a la ciudad; los campesinos se convirtieron en obreros, los profesionales se movieron a las ciudades para cumplir tareas específicas, los jóvenes fueron a estudiar a los centros de enseñanza de las urbes, etc. Seis años después de la toma de poder de los llamados barbudos, acaecida en 1959, la población rural era el 43% del total de habitantes, mientras que en 1990 era tan solo un 26%. Al inicio las poblaciones nativas vieron con desconfianza las costumbres traídas por los recién llegados, pero con el tiempo muchas de estas fueron socializadas y asumidas.

Por lo general, las personas que viven en espacios geográficamente aislados de los grandes centros de intercambio generan relaciones sociales diferentes a las que se pueden ver en éstos. Las personas en las que nos centramos provienen de espacios rurales y han devenido obreros. Las dinámicas de la vida rural se caracterizan por la división familiar y sexual del trabajo, así como por marcadas jerarquías y el establecimiento de redes de cooperación interpersonales. El distribuidor que le compra al campesino tiene nombre y cara, no es el anónimo vendedor de una tienda. Esta forma de cooperar e interactuar se extiende incluso a los poderes locales.

En la gran ciudad cubana el poder local es un caos. A este se superpone el poder provincial, que reside en la misma ciudad y, en el caso de La Habana, el poder provincial se limita ante el nacional. La capacidad de gestión de un delegado, e incluso del gobierno municipal, es reducida. En cambio, en ciudades como Nuevitas, que se hallan distantes de los poderes centrales, las instituciones tienen una mayor capacidad para gestionar el territorio. Esto genera un diálogo más directo entre los miembros de la comunidad y los decisores.

Mapa Conceptual

De estas confluencias caóticas cuasi accidentales surge Micro III como práctica de subsistencia económica, como espacio periférico que media entre lo rural y lo urbano, entre el trabajo colectivo y los beneficios individuales. Notable resulta el espacio de Micro III como límite; límite de la vida comunitaria y la citadina, de lo comunitario tradicional y lo moderno. También es un reflejo compacto de la historia reciente de una nación que transita entre varios modelos de sistema social, sin ajustarse estrictamente a ninguno.

En este contexto, los ex obreros de Nuevitas construyeron una gigantesca cochiquera para la cría de cerdos. Cuentan algunos que un día alguien miró el monte enfrente de un edificio de microbrigada y decidió talarlo. Allí construyeron los primeros corrales; apenas pensaban en tener su cerdo asado para fin de año. Con el paso del tiempo y el papel creciente del sector privado, la cochiquera Micro III ha diversificado sus funciones y estructuras organizacionales. 

Cuenta con instalaciones hidráulicas, sanitarias y eléctricas. Tiene una pequeña clínica médica, un sistema de seguridad y calles señalizadas. Desde su creación tiene una administración elegida por votación popular. Este gobierno está formado por un director y un consejo de vigilancia. Tanto la administración como la comunidad que rodea a la porqueriza siguen un reglamento que funciona como documento rector de los criadores y trabajadores contratados. 

Microbiodigestor [COPINCHA]

Como resultado del proceso de investigación, detectamos que uno de los problemas más acuciantes de Micro III es la circulación de residuos y el uso de energías. A fin de potenciar prácticas de innovación tecnológica con un impacto medioambiental que den respuesta a esta necesidad, el artista estableció una colaboración con Copincha, un laboratorio de creación colaborativo y abierto que integra conocimientos y prácticas tecnológicas coherentes con el contexto socioeconómico y cultural cubano. 

Lanzó entre los integrantes de esta comunidad una convocatoria para formar un equipo de trabajo multidisciplinar, cuyo objetivo es crear un manual para la construcción de un biodigestor de mezcla continua, optimizado para las condiciones ambientales y económicas del contexto cubano. Este tipo de biodigestor es ideal para el tratamiento de aguas residuales. Además de reutilizar los desechos orgánicos y evitar el consumo energético de fuentes contaminantes, también ayudan a reducir la huella ecológica de los desechos orgánicos en esa zona, que carece de un sistema de oxidación para los desechos.

Esta etapa del proyecto se encuentra en fase de desarrollo. En ella no se persigue construir los biodigestores; su objetivo es generar conocimiento sobre cómo hacerlos de la manera más funcional, simple y económicamente posible, para luego promover su construcción entre los miembros de Micro III, a través de la autogestión y el trabajo colectivo.   

CREDITOS

Yainet Rodríguez Rodríguez [investigadora]

Mauricio Vega [diseñador gráfico]

Maurice Haedo [diseñador industrial]

Agradecimientos: Caridad Blanco, Lizbel Mónica, Williams Cruz, Evelio Mederos, Javier Recio y Giordano Guerra. 

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