STATEMENT
En enero de 2018 la tasa de penetración de Internet en Cuba era de solo un 30%. En ese entonces, la única alternativa de conexión era a través de áreas públicas con acceso a wifi, brindada por ETECSA, el monopolio de las telecomunicaciones de la Isla.
A partir del 2014 un cable de fibra óptica desde Venezuela conectó a Cuba a una arquitectura global de banda ancha. En marzo de 2015 las plazas y parques públicos de todo el país fueron equipados con cientos de puntos de acceso wifi. Estos espacios se refuncionalizaron de la noche a la mañana; se transformaron en sitios de reunión de grandes multitudes sin importar la hora ni el día de la semana, por lo que la experiencia de conectarse a Internet devino un acto colectivo, sin privacidad. Allí convergieron tanto el artista que debía sostener una conferencia, los jóvenes que subían a YouTube sus videos y navegaban por sus redes sociales, el profesional que descargaba información para su trabajo o las familias que conversaban a través de videollamadas con sus allegados fuera de Cuba. La clave de ese acceso fueron las tarjetas NAUTA.
Durante unos cinco meses el artista creó una colección de tarjetas NAUTA que encontró en estos espacios públicos y otras que fueron consumidas por él durante sus horas de trabajo en estos sitios. Dichas tarjetas tienen diferentes intervenciones, como notas, dibujos, tachones y rasgaduras a causa de la manipulación automatizada durante el período de navegación. Esta colección es un archivo que documenta la memoria física del consumo digital de Internet en el contexto cubano en este intervalo de tiempo.
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